La política y mi pueblo, mis drogas.

No se puede describir con palabras lo que se siente después de haber llenado una plaza y de recibir todas las felicitaciones que yo recibí anoche, noche calurosa de un 16 de julio de 2010 que no olvidaré jamas en mi vida. Todavía me cuesta creer que puedo llegar a gobernar el pueblo que me ha visto crecer, que me ha criado y en el que viven mis hermanos, mis padres y mis dos niñas. Ahora que lo pienso friamente me convenzo de lo importante que sería un cambio para la Puebla, y que además ese cambio es cada vez más necesario. No puedo dejar de dedicarle todos los días un rato a qué es lo que se puede hacer en este y por este pueblo tan necesitado. Como las drogas, todos los días necesito mi dosis, una dosis de esperanza y de querer. Lo cierto y verdad es que esta droga no me hace daño, sino que me reconforta y me hace ver el mundo de otra forma, que a última instancia no es otra cosa que mejorar el día a día a mis paisanos y paisanas, niños, adultos y ancianos, que independientemente de sus creencias e ideologías se merecen una medalla por contribuir a la permanencia de este pueblo que puede ir a MÁS. Necesito mi dosis y esa dosis es mi pueblo.